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lunes, 28 de febrero de 2011

ALGUNOS POEMAS DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

¡Que goce triste este de hacer
todas las cosas como ella las hacía!
Se me torna celeste la mano, me contagio
de otra poesía
Y las rosas de olor, que pongo como ella las ponía, exaltan su
color;
y los bellos cojínes, que pongo como ella los ponía, florecen sus
jardines;
Y si pongo mi mano -como ella la ponía- en el negro piano,
surge
como en un piano muy lejano, mas honda la diaria melodía.

¡Que goce
triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
me inclino a los
cristales del balcón, con un gesto de ella
y parece que el pobre corazón no
está solo.
Miro al jardín de la tarde, como ella,
y el suspiro y la
estrella se funden en romántica armonía.

¡Que goce triste este de hacer
todas las cosas como ella las hacía!
Dolorido y con flores, voy, como un
héroe de poesía mía.
Por los desiertos corredores que despertaba ella con su
blanco paso,
y mis pies son de raso -¡oh! Ausencia hueca y fría!-
y mis
pisadas dejan resplandores.

¡Qué tristeza de olor de jazmín! El verano
torna a
encender las calles y a oscurecer las casas,
y, en las noches, regueros
descendidos de estrellas
pesan sobre los ojos cargados de
nostalgia.

En los balcones, a las altas horas, siguen
blancas mujeres
mudas, que parecen fantasmas;
el río manda, a veces, una cansada brisa,
el
ocaso, una música imposible y romántica.

La penumbra reluce de suspiros;
el mundo
se viene, en un olvido mágico, a flor de alma;
y se cogen
libélulas con las manos caídas,
y, entre constelaciones, la alta luna se
estanca.

¡Qué tristeza de olor de jazmín! Los pianos
están abiertos;
hay en todas partes miradas
calientes... Por el fondo de cada sombra
azul,
se esfuma una visión apasionada y lánguida



¡Qué
miedo el azul del cielo!
¡Negro!
¡Negro de día, en agosto!
¡Qué
miedo!
¡Qué espanto en la siesta azul!
¡Negro!
¡Negro en las rosas y el
río!
¡Qué miedo!
¡Negro, de día, en mí tierra
-¡negro!-
sobre las
paredes blancas!
¡ Qué miedo!


                                                       ÁLAMO
                                                          BLANCO

Arriba canta el pájaro y abajo canta el
agua.
(Arriba y abajo, se me abre el alma.)

Entre dos melodías la
columna de plata.
Hoja, pájaro, estrella; baja flor, raíz, agua.
Entre dos
conmociones la columna de plata.
(Y tú, tronco ideal, entre mi alma y mi alma.)

Mece a la estrella el trino, la onda a la flor baja.
(Abajo y
arriba, me tiembla el alma.)


OTOÑO
Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.

Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!

¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!

En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina.



Te dehojé, como una rosa,
para verte tu alma,
y no la vi.

Mas todo en torno
--horizontes de tierras y de mares--,
todo, hasta el infinito,
se colmó de una esencia
inmensa y viva.

NOSTALGIA
Al fin nos hallaremos. Las temblorosas manos
apretarán, suaves, la dicha conseguida,
por un sendero solo, muy lejos de los vanos
cuidados que ahora inquietan la fe de nuestra vida.

Las ramas de los sauces mojados y amarillos
nos rozarán las frentes. En la arena perlada,
verbenas llenas de agua, de cálices sencillos,
ornarán la indolente paz de nuestra pisada.

Mi brazo rodeará tu mimosa cintura,
tú dejarás caer en mi hombro tu cabeza,
¡y el ideal vendrá entre la tarde pura,
a envolver nuestro amor en su eterna belleza!

ESTOY TRISTE, Y MIS OJOS NO LLORAN
Estoy triste, y mis ojos no lloran
y no quiero los besos de nadie;
mi mirada serena se pierde
en el fondo callado del parque.

¿Para qué he de soñar en amores
si está oscura y lluviosa la tarde
y no vienen suspiros ni aromas
en las rondas tranquilas del aire?

Han sonado las horas dormidas;
está solo el inmenso paisaje;
ya se han ido los lentos rebaños;
flota el humo en los pobres hogares.

Al cerrar mi ventana a la sombra,
una estrena brilló en los cristales;
estoy triste, mis ojos no lloran,
¡ya no quiero los besos de nadie!

Soñaré con mi infancia: es la hora
de los niños dormidos; mi madre
me mecía en su tibio regazo,
al amor de sus ojos radiantes;

y al vibrar la amorosa campana
de la ermita perdida en el valle,
se entreabrían mis ojos rendidos
al misterio sin luz de la tarde...

Es la esquila; ha sonado. La esquila
ha sonado en la paz de los aires;
sus cadencias dan llanto a estos ojos
que no quieren los besos de nadie.

¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores,
ya hay fragancias y cantos; si alguien
ha soñado en mis besos, que venga
de su plácido ensueño a besarme.

Y mis lágrimas corren... No vienen...
¿Quién irá por el triste paisaje?
Sólo suena en el largo silencio
la campana que tocan los ángeles.


FUENTE:
Ramón,Juan,Poemas,http://www.los-poetas.com/d/juanr1.htm#OTOÑO,2011

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